jueves, 3 de diciembre de 2009

La no invitada

Debería haber sido rutina normal. Nada podía fallar. El ánodo y el cátodo funcionaban perfectamente. Los instrumentos de medición señalaban las cifras precisas. Una débil efervescencia agitaba aquella burda solución química.
De repente, hubo un sutil cambio en la marcha del progreso; pareció como si el experimento se detuviera en su carrera y una cadena de burbujas revoloteó inerte en el liquido inmóvil. Algo inexplicable aparecía en la solución. El científico fijó su mirada en la vasija... no podía ser... era imposible.
Desde las profundidades del tanque de cristal, la cara de una mujer le sonreía. Era una cara trasluciente a través de cuyos rasgos podía verse con claridad la solución y el tanque mismo.

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